Por: Willy Quevedo
Existen dos estereotipos de afrodescendientes que han sobrevivido: el esclavo servil y el cimarrón. Los negros eran traídos del África en condiciones infrahumanas y vendidos al mejor postor. Se dedicaban a las faenas agrícolas y atención doméstica de sus dueños. El extremo de los serviles eran los mogollones, negros que perseguían y capturaban a los cimarrones. Estos últimos eran rebeldes que fugaban de sus amos y se establecían libremente en un rincón apartado de la ciudad al que se denominaba “palenque”.
En 1713, las tropas del Virrey destruyeron uno de los palenques más importantes de la colonia ubicado en el valle de Huachipa. En la batalla cayó herido el general de los fugitivos, un cimarrón de 30 años de edad, llamado Francisco Congo. Fue procesado y condenado a muerte por horca y descuartizamiento. Era la más cruel de las muertes con la que se castigaba a estos esclavos que pretendían ser humanos, a estos negros que pretendían ser libres y lo paradójico es que los que los perseguían y capturaban eran casi siempre los mogollones, negros serviles al mando de los corruptos amos, capaces de matar de hambre a su propio pueblo por servir al amo y acomodarse de esa forma, aprovechándose de un mejor trato dispensado por este servicio.
Todo esto viene a cuento porque hace unos días fue ascendido el primer negro oficial del ejército peruano a General de División. El general Juan Uscariegui Reyes se desempeñaba como Jefe de la Casa Militar de Palacio de Gobierno. Este nombramiento ha traído críticas muy justificadas y no por tratarse del color.
En primer lugar es insólito que llegue a divisionario un oficial del área de Comunicaciones del Ejército. Los otros tres ascendidos son Walter Martos de Ingeniería, Carlos Farach de Caballería y Víctor Montes de Infantería. Este último era Jefe de Operaciones en el Valle del río Apurímac-Ene, es decir, estaba destacado donde las papas queman. En segundo lugar, Uscariegui es de la promoción 1974, Martos de la 76, Farach y Montes de la 77. Todos los miembros de la promoción de Uscariegui ya pasaron al retiro.
El sobrepeso y la postura ajena a la marcialidad militar de Uscariegui demuestran que ha estado en los últimos años en puestos burocráticos, cercano a mullidos sillones y perfumadas alfombras, lejano a la cultura austera del cuartel. Lo único que explica el ascenso de Uscariegui es el capricho del presidente Alan García. Dicen que el general es agudo decimista, cultor de la música criolla y muy entretenido. Su ascenso habría sido una promesa que García empeñó al músico Arturo “zambo” Cavero antes de su muerte.
Ha sido un grave error la decisión del Jefe de Estado. De ahora en adelante, los méritos de un uniformado no se ganarán en combate. Los oficiales preferirán trompearse por ser jefes de la Casa Militar en Palacio. El mensaje del líder aprista es nefasto. Sólo llegan a divisionarios los sobones del Presidente de turno. La intromisión política en las decisiones de la institución militar le hace mucho daño a las Fuerzas Armadas. Parece que García quiere ser recordado como clon de Vladimiro Montesinos, quien manejaba al ejército a su antojo.
Dicen que Uscariegui es “el negro de García”. Si fuera cierto, sería algo así como su mogollón.

Hay que ser mas ético, y no alterar el artículo original de Willy Quevedo
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